martes, 5 de mayo de 2020

De vuelta al 2011

No había pensado en él estos años. Solo recordaba, de mil en cien, algunas cosas o eventos relacionados a la clase de guiones. Mayormente, porque continúe en contacto con algunos de la clase.

Pero no volví a pensar en Rafael Mediavilla. Ni en su humor, ni en la profundidad de lo que decía, ni en sus frases: “show, don´t tell”, “esa historia, por más real que sea, hay que ficcionarla” o “el arte de escribir es reescribir”.

Ha pasado tanto tiempo, que me da coraje no poder recordar más frases. Leo las historias de otras personas que mantuvieron contacto y pienso en que me hubiera gustado ser parte de ese colectivo que ahora tiene un 'medley' de relatos variados.

 Yo solo tengo algunos sábados en un salón del Banco Gubernamental de Fomento (BGF) -cuando no sabía que eso era el Banco Gubernamental de Fomento- a las 9:00 de la mañana, hace casi diez años. 

Supongo que unos cuántos sábados de 9:00 de la mañana a 3:00 de la tarde durante varios meses fueron suficiente para que ahora sienta un vacío al pensar que Mediavilla ha dejado este lado.

 Pienso en Mediavilla y lo veo caminando, pausadamente, apoyado de su bastón mientras nos enseña -y a veces regaña- sobre cómo se debe narrar una historia. Veo mi libreta de hojas amarillas, llena de apuntes. Y a mi alrededor, un salón lleno de expertos en cine y actuación. “¿Yo debería estar aquí? ¿Tengo permiso tan siquiera para estar aquí?”, me cuestiono ese primer día de clases.

Hacen una pausa y cada quien va a hablar con sus grupos. Yo todavía no encajo. Me acerco a él, con el miedo de una típica prepa en el primer día de clases. “Yo… yo no tengo experiencia en esto. En nada”, le digo, casi sin poder encontrar las palabras, mientras le echo un vistazo al salón. Me dedica una sonrisa e inmediatamente, me contesta: “Pues mejor. Eres tierra fértil. Aprendes desde cero”. Con estas palabras que sirvieron como una medicina para calmar mi típica ansiedad, regreso a mi silla.

Además de cine, cada clase se convertía en una de filosofía. De discusiones sobre percepciones, de la psicología de los personajes, de la diferencia entre la creatividad y algo ya contado. Mediavilla iba uno por uno con ejercicios de escritura y nos ponía a practicar nuestros respectivos “pitches” de las historias para guiones.

 No recuerdo los míos ya. El sueño de dedicarme a esta industria quedó guardado en el mismo cajón de recuerdos que estos sábados. “Las películas no son para verse, son para sentirse”, decía. Quizás no recuerdo tantas otras frases; mis recuerdos sobre esos momentos son como una película interrumpida. Pero sí recuerdo lo que sentí, tan vívidamente como si hubiera sido ayer un sábado de mayo de 2011 pasadas las 9:00 de la mañana.

Mi respeto, abrazo y solidaridad por siempre a Rafy 1/2Villa y a todos sus allegados.

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