sábado, 4 de marzo de 2017

“In spite of everything, I believe people are good at heart”



Tenía 14 años cuando leí el “Diario de Ana Frank”, la niña judía que permaneció oculta por casi dos años en una casa (en Alemania) en un intento por escaparse de la persecución de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

 Repasé su vida y la sentí tan cerca de mí a través de sus palabras. Con aquellos relatos que llegaron a mis ojos por primera vez generaciones después de lo que vivió.

 En medio de la crisis que ella y su familia atravesó, Ana tomaba su tiempo para escribir cosas tan complicadas como lo que encaró en aquella época, como tan ordinarias de su diario vivir como niña que apenas entraba en la adolescencia.

 Ana y yo no éramos tan diferentes. A decir verdad, ella no era tan diferente que cualquier otra niña que tenía ilusiones, corajes, decepciones y sueños de juventud. Excepto las circunstancias que enfrentó.

 Tenía múltiples entradas en su diario con las que narraba la vida desde su perspectiva, desde su edad. Ella supo lo que era vivir en constante miedo. Fue testigo de la maldad que arropaba a muchas personas a solo cuadras de donde se encontraba. Pero, a pesar de las malas noticias que diariamente la rodeaban, ella creía que a pesar de todo, "la gente es buena de corazón".

 Ana tenía solo 16 años cuando fue encontrada y ejecutada por la fuerza armada que perseguía los judíos. Y en las últimas entradas en su diario -aquellas que al menos fueron publicadas- todavía se puede percibir esa 'chispa' de esperanza, de encontrar paz en medio del caos.

 Así que, la frase de "a pesar de todo, la gente es buena de corazón" (“In spite of everything, I believe people are good at heart"), quedó grabada en mi durante algún tiempo.

 Recuerdo haber terminado en libro y sentir una ola de nostalgia recorrer mi cuerpo. Aunque nunca la conocí, sentí cariño por ella y coraje porque su historia no tuvo el final que hubiera merecido una joven como ella.

 Cinco años más tarde, tuve el privilegio de visitar la casa donde habitó, en Alemania. Recorrí los pasillos de aquel lugar donde, supuestamente, anduvo escondida con su familia. Respiré profundo al recordar sus palabras y los estragos que narró.

 A veces quedaba rezagada con el grupo turístico con quienes andaba. A decir verdad, se me hacían pesadas mis pisadas. Constantemente me paraba y quedaba mirando alguna pared, piso, o papel en vitrina de documentos de aquella época. No importaba lo que sea que estuviera viendo, podía ser nada y aún así era todo para mi. Cada esquina del lugar merecía ser observada y pensada.

 Pasaron los años y dejé un poco ese recuerdo en el olvido. Fue como cerrar un libro y dejarlo en un anaquel abandonado, cogiendo polvo.

 No volví a pensar en aquellas palabras. Hasta que, semanas atrás, vi el significado de aquella frase que me cautivó cobrar vida frente a mi. Era entrada la tarde cuando me tocó reseñar una noticia que trataba de unos vecinos en medio de una disputa – no recuerdo por qué-. Pero, uno de ellos decidió montarse en su auto y arrollar a uno de los jóvenes.

 La víctima vivió, pero perdió una pierna.

 El vídeo del suceso lo transmitieron por televisión más de una vez y ese día no dejé de pensar en el. Durante las noches subsiguientes, despertaba de momento mientras mi mente le daba 'replay' al vídeo y una sensación de dolor recorría mi cuerpo.

Estaba acostumbrada a leer e informar este tipo de noticias, de todo tipo de categorías. En ocasiones con finales más violentos o fatales. Pero, esa en particular no dejé de pensarla durante un tiempo. 

Semanas más tarde, la suegra del joven apareció en televisión. “Él (la víctima) está listo para perdonar al muchacho (el que lo arrollo). Ya dijo que lo perdona, de corazón”, aseguro la mujer. Paré se escribir por unos segundos y, súbitamente, recordé la frase que por mucho tiempo no traía a memoria.

 “A pesar de todo, pienso que la gente es buena de corazón”. 

 Aunque no sé cuál es la posición del autor de los hechos en este caso, si se arrepiente o no o si es “bueno de corazón”, no puedo dejar de pensar en la benevolencia tan grande que tendría este otro joven para perdonar al hombre que por poco le arrebata la vida en un arranque de rabia.

 A veces es tan difícil ver la vida desde los lentes con los que la vio Ana.

En ocasiones es muy difícil creer, entre tantos eventos macabros, que el bien habita en todos. Creo firmemente en la dualidad a la que nos enfrentamos y somos diariamente, pero también creo que me falta ver un poco mas las cosas como las vio Ana antes de que su corta, pero completa vida, llegara a su fin.

 Después de todo, quizá es cierto. Quizás, solo quizás, todos seamos buenos de corazón. Quizás, como también ella dijo, esta crueldad algún día llegará a su final.

 “In spite of everything I still believe that people are really good at heart. I simply can’t build up my hopes on a foundation consisting of confusion, misery, and death. I see the world gradually being turned into a wilderness, I hear the ever approaching thunder, which will destroy us too, I can feel the sufferings of millions and yet, if I look up into the heavens, I think that it will all come right, that this cruelty too will end, and that peace and tranquility will return again.”- Ana Frank

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